En Colombia y en el mundo la educación toma cada día
mayor relevancia, se determina en el mundo actual a la educación como ese
espacio de convergencia entre el saber hacer y el saber ser, es decir la educación como la “nutrición”
de la persona humana. De acuerdo con lo anterior es pertinente que nos
interroguemos sobre la forma de concebir a la escuela hoy, a partir, de las
siguientes preguntas concretas: ¿Cómo hemos vivenciado la escuela a través de
la historia para desarrollar un concepto actual de educación? ¿Concebimos a la
escuela como un espacio real de diversión y disfrute que le permita a sus
actores ejercer la función social humana de educara y formar? No es difícil
entender que en los conceptos erráticos de la educación la sicorrigidez de la
escuela había establecido el éxito en el aprendizaje dejando de lado la
dimensión humana, que es en ultimo lo que dignifica al ser, haciendo sesgos a
los afectos, sentimientos y emociones que definen en algunas situaciones
especificas el verdadero significado de formar desde y para la integralidad del
ser como única posibilidad de rescate y reivindicación del hombre como ser
histórico, social y trascendente, se establecía un único patrón de educación y
esto pese a los intentos desesperados de los pedagogos, sicólogos y demás
estudiosos del tema no se ha transformado del todo y aún contamos con escuelas
que presentan actividades totalmente obsoletas y que rayan en la medievalidad
en lo que compete a su misión, pues se considera descabellado que la educación
genere placer y mucho menos felicidad para el educando; con respuestas como:
porque lo digo yo, ya yo estudie, no pregunte, limítese a saber que esto es lo
que se ve en este grado, y otras mantenemos a los estudiantes llenos de temores
y de frustraciones frente a lo que debe ser el proceso educativo; después de
ser una maestra castradora y después de ser una maestra en evolución pedagógica
constante decido pasar a ser coordinadora y desde la perspectiva de quien
observa el proceso que realiza otro llego a la conclusión que EL FIN ULTIMO DE LA EDUCACION ES SER
FELICES, porque en definitiva solo quien alcanza a entender que educándose
puede alcanzar sus metas personales más rápidamente logrará ser feliz, la
felicidad entendida como la autorrealización personal y social. Pero… ¿es
importante entonces educarse o ser feliz?, menciono nuevamente desde la
perspectiva de la coordinación es importante señalar que los paradigmas
actuales no han roto los esquemas de antaño, antes por el contrario nos
enfrentamos a maestros cuya práctica se ha enriquecido por una serie de
actividades, mal llamadas talleres, que evitan las explicaciones siempre
oportunas del maestro, y le implican al educando una instrucción a medias
plagada de acertijos, cuestionarios, sudokus, crucigramas y demás artilugios
que enmascaran los procesos inconclusos y poco pertinentes para lograr una
verdadera educación de calidad; aquí debo referirme a calidad como ese término
que arropa, que abarca los procesos que no solo llenan de conocimiento sino que
me indican porque son especiales y necesarios esos conocimientos y porque debo
incorporarlos a mi cotidianidad…pero no todos y todas estamos en capacidad ni
de enseñar de la misma manera ni de aprender de la misma manera, entonces surge
entre muchos conceptos LA ESCUELA
INCLUSIVA no solo inclusiva para el estudiante sino para el maestro cuyas
practicas educativas se alejan de lo “normal” y se encuadran en la diversidad
de técnicas, elementos y de sentimientos para lograr un resultado más eficaz y
eficiente. Definamos entonces que la escuela debe ser inclusiva en todos sus
estamentos, pero inclusiva no quiere decir permisiva quiere decir innovadora,
recuperadora del talento humano y tener un carácter diferenciador frente a
otras escuelas, inclusiva es entonces aquella escuela que determina dentro de
sus derroteros entregar unos espacios educativos integradores, propicios para
la reeducación y por ende para la resiliencia; donde la lúdica, el conocimiento
y las emociones encuentran una caldo de cultivo para el avance de los educandos.
Sé
que no existen recetas mágicas, y que, además, cada profesional trabaja en unas
condiciones particulares difíciles de generalizar, pero, al mismo tiempo, estoy
convencida de que al mirar el camino recorrido por otros podemos ilustrar el
modo en que es posible mejorar la práctica profesional. Esto puede ser de gran
ayuda si pretendemos analizar nuestra realidad intentando progresar en nuestra
capacidad de autorreflexión y de asunción de los nuevos retos, ya que, como
explica Santos Guerra:
“Las
circunstancias no son las mismas, el contexto no es el mismo, los niños y
jóvenes no son como nosotros éramos en los años en que asistíamos a la escuela.
Entregarse a la rutina es condenarse al fracaso. Por eso es necesario que la
escuela sea una institución que aprende, no sólo una institución que enseña”
(Santos Guerra, 2000, 79). Por tanto una
escuela que cuenta con maestros coherentes, que encuentran a través de su
práctica pedagógica la convergencia entre el pensar y el actuar dentro del
aula, una escuela que va mas allá de los registros de calificaciones y los
documentos para entrega oficial, es quizás una escuela que se aparta de la
forma clásica de abordar el currículo convirtiéndolo en un currículo mas aterrizado
a las necesidades institucionales, llevando a cabo así una mayor entrega en el
servicio y una mayor calidad en su prestación. Esto supone sin lugar a dudas un
crecimiento personal, profesional e institucional palpable que por ende debe
reflejarse no en lo cuantificable de los educandos sino justamente en lo
incuantificable: la mejora del ser y la felicidad misma del educando, en
espacios productivos de conocimiento y no de resultados exhibibles frente a
estadísticas locales y nacionales, eso vendrá por añadidura.
Desde
la óptica de la coordinación replanteo y concluyo, en la importancia que tiene
para ser inclusivos, la practica pedagógica general basada en el reconocimiento
del valor del respeto y del amor para con los docentes y los educandos, toda
vez que los docentes encuentran espacios de desarrollo profesional cálidos son
capaces de entregar espacios de aprendizajes igualmente cálidos, con
replanteamientos divertidos de su práctica pedagógica, donde el libro de texto
deja de ser el espejismo del protagónico en la clase para empezar a ser un
instrumento más de construcción de conocimiento y quizás el menos utilizado.
Desde esta misma óptica tenemos entonces que la inclusión se puede tomar no
solo para los educandos con discapacidades físicas notorias tales como ceguera,
sordera, limitaciones motoras, sino como aquel espacio en que los educandos con
necesidades especiales de adaptabilidad, afectividad, capacidad de aprendizaje
entre otras encuentran el punto de apoyo que les permitirá llegar a la
felicidad, es decir a la resiliencia y por ende a la educación. ¿Es, entonces,
necesario planificar doble? ¿Diseñar doble? ¿Evaluar doble? O, ¿es necesario diseñar estrategias
integradoras? Si la planificación se va construyendo
poco a poco, a medida que se conocen las capacidades de nuestros alumnos y se
observa cómo estos responden a las tareas propuestas, se abre la posibilidad de
construir, ya desde el inicio, una planificación flexible y accesible a todo el
alumnado, tal y como recomiendan en estos momentos los autores que trabajan en
la línea del Diseño para Todos o Diseño Universal de Aprendizaje (Wehmeyer,
Lance y Bashinski, 2002; Ruiz i Bel, 2006; Verdugo y Rodríguez, 2008).
Se trata de diseñar actividades y materiales instructivos que
permitan que los objetivos de aprendizaje estén al alcance de alumnos que
tienen entre sí amplias diferencias en sus habilidades para ver, escuchar,
hablar, moverse, leer, escribir, entender, atender, organizarse, recordar e
implicarse en el aula (Orkwis y McLane, 1998, 9). Esto se consigue, en opinión
de Wehmeyer, Lance y Bashinski (2002) mediante el uso de:
1)
Múltiples propuestas de representación –o de presentación– de la
información al alumnado.
2)
Múltiples propuestas de expresión del alumnado, de modo que el
currículo se acomode a las diferentes estrategias cognitivas, a los diferentes
sistemas de control motor de los alumnos, etc.
3)
Múltiples propuestas de implicación del alumnado.
Se trata de planificar los aprendizajes pensando en nuestros
alumnos, de manera que disminuya la necesidad de utilizar actividades
diferentes. Tratando de dar respuestas a interrogantes comunes:
·
Uso del tiempo en el aula: ¿cómo se distribuye el tiempo en el
aula?, ¿a qué dedica el tiempo el profesor?, ¿a qué dedican el tiempo los
alumnos?, ¿a qué dedican el tiempo los alumnos con necesidades educativas
especiales?, ¿cuánto tiempo se dedica a la corrección? …
·
Tareas básicas del aula: ¿qué actividades se trabajan más en
clase?, ¿por qué?, ¿todos los alumnos trabajan un mismo tipo de
actividades?....
Se trata entonces de concebir actividades curriculares,
extracurriculares y proyectos más proactivos, que atiendan a la satisfacción de
cuestionamientos lógicos que permiten evidenciar cuanto se ha avanzado en los
procesos educativos dentro del plantel; se trata entonces de llevar de la mano
el pensamiento formal de educación con el pensamiento divergente de la
actividad que recrea y que transforma la actividad escolar.
Pero también se trata de concebir la convivencia en el ambiente
escolar pensando en nuestros alumnos como menos reglas pensadas por los adultos
y que castran la creatividad de los educandos pero con reglas puntuales que, al
ser consensuadas, permiten un mejor ambiente dándole al estudiantado la
capacidad de desarrollar su personalidad pero de adaptarse a las situaciones,
contextos y por consiguiente
estableciendo semejanzas y diferencia de lo que se requiere de cada uno según lo
que se está realizando. Por ejemplo hay que dejar de concebir que solo un aula
donde los niños y las niñas están sentados, callados y escribiendo es un aula
donde se está construyendo pedagógicamente hablando, puesto que podemos estar
frente a un maestro castrador y no frente a un modelo de enseñanza eficaz,
mientras que si consideramos que muchos elementos y actividades pueden entre
mezclarse para desarrollar una actividad pedagógica eficaz entenderemos que un
aula donde se está en aparente desorganización se está desarrollando construcción
de saberes, para esto debe saber establecerse cuando se está frente a una
actividad planificada y cuando se está frente a la falta de motivación de los
educandos y la falta de autoridad de los docentes. Esto me hace concluir que
una escuela que se concibe a sí misma como inclusiva debe entonces estar
realmente involucrado todo el personal que allí labora, una escuela que se
concibe a sí misma como inclusiva debe estar dispuesta a desafiar los
paradigmas de la normalidad y la formalidad y entregar un currículo mas
flexibilizado atendiente a la satisfacción de las necesidades de sus educandos.
¿Es entonces la inclusión escolar el camino más acertado para
alcanzar mejores resultados de orden académico o es el camino para acercar a
los niños, niñas y jóvenes hacia una adaptabilidad social y una productividad
que conlleve al desarrollo de su propio entorno? Es a fin de reconocer su
importancia, la inclusión el proceso mediante el cual los agentes educativos
tomamos, casi literalmente a los educandos y los reencauzamos hacia el camino
de la academia y la integración social, no es necesario pensar en inclusión
solo cuando estamos frente a casos específicos de discapacidad sino cuando
estamos frente a casos de deserción escolar severo, deprivación sicoafectiva,
violencia de género y otras manifestaciones de desadaptación social; es
interesante replantear los espacios escolares entonces como espacios de
concertación y disertación, espacios de construcción no solo pedagógica sino
social. Es entonces cuando nos decidimos a romper los paradigmas tradicionales
de educación que encaja el concepto de inclusión en las escuelas puesto que de
allí empezamos a visualizar que todos y todas tienen un espacio inviolable en
el ámbito educativo y que la enseñanza no se plantea como una actividad del
maestro sino como una actividad del colectivo educativo donde la innovación, el
fortalecimiento social, la creatividad y
la flexibilización asumen papeles protagónicos, sin rayar en la
permisividad y la improvisación curricular y sin convertirse la escuela en lo
que yo denomino un aeropuerto escolar donde todo llega, todo aterriza sino
convirtiéndose esta, la inclusión, en un factor diferenciador, integrador y de calidad.
Es entonces la escuela un espacio donde se aprende a construir la
felicidad, desde unas aulas cuyos ambientes de desarrollo académico están
enmarcados por actividades enriquecedoras de aplicación a todo tipo de
población, generando gusto por la educación y placer por la enseñanza.