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martes, 10 de septiembre de 2013

INCLUSION EN LAS ESCUELAS O EL ARTE DE CREAR ESPACIOS EDUCATIVOS MÁS FELICES



En Colombia y en el mundo la educación toma cada día mayor relevancia, se determina en el mundo actual a la educación como ese espacio de convergencia entre el saber hacer y el saber  ser, es decir la educación como la “nutrición” de la persona humana. De acuerdo con lo anterior es pertinente que nos interroguemos sobre la forma de concebir a la escuela hoy, a partir, de las siguientes preguntas concretas: ¿Cómo hemos vivenciado la escuela a través de la historia para desarrollar un concepto actual de educación? ¿Concebimos a la escuela como un espacio real de diversión y disfrute que le permita a sus actores ejercer la función social humana de educara y formar? No es difícil entender que en los conceptos erráticos de la educación la sicorrigidez de la escuela había establecido el éxito en el aprendizaje dejando de lado la dimensión humana, que es en ultimo lo que dignifica al ser, haciendo sesgos a los afectos, sentimientos y emociones que definen en algunas situaciones especificas el verdadero significado de formar desde y para la integralidad del ser como única posibilidad de rescate y reivindicación del hombre como ser histórico, social y trascendente, se establecía un único patrón de educación y esto pese a los intentos desesperados de los pedagogos, sicólogos y demás estudiosos del tema no se ha transformado del todo y aún contamos con escuelas que presentan actividades totalmente obsoletas y que rayan en la medievalidad en lo que compete a su misión, pues se considera descabellado que la educación genere placer y mucho menos felicidad para el educando; con respuestas como: porque lo digo yo, ya yo estudie, no pregunte, limítese a saber que esto es lo que se ve en este grado, y otras mantenemos a los estudiantes llenos de temores y de frustraciones frente a lo que debe ser el proceso educativo; después de ser una maestra castradora y después de ser una maestra en evolución pedagógica constante decido pasar a ser coordinadora y desde la perspectiva de quien observa el proceso que realiza otro llego a la conclusión que EL FIN ULTIMO DE LA EDUCACION ES SER FELICES, porque en definitiva solo quien alcanza a entender que educándose puede alcanzar sus metas personales más rápidamente logrará ser feliz, la felicidad entendida como la autorrealización personal y social. Pero… ¿es importante entonces educarse o ser feliz?, menciono nuevamente desde la perspectiva de la coordinación es importante señalar que los paradigmas actuales no han roto los esquemas de antaño, antes por el contrario nos enfrentamos a maestros cuya práctica se ha enriquecido por una serie de actividades, mal llamadas talleres, que evitan las explicaciones siempre oportunas del maestro, y le implican al educando una instrucción a medias plagada de acertijos, cuestionarios, sudokus, crucigramas y demás artilugios que enmascaran los procesos inconclusos y poco pertinentes para lograr una verdadera educación de calidad; aquí debo referirme a calidad como ese término que arropa, que abarca los procesos que no solo llenan de conocimiento sino que me indican porque son especiales y necesarios esos conocimientos y porque debo incorporarlos a mi cotidianidad…pero no todos y todas estamos en capacidad ni de enseñar de la misma manera ni de aprender de la misma manera, entonces surge entre muchos conceptos LA ESCUELA INCLUSIVA no solo inclusiva para el estudiante sino para el maestro cuyas practicas educativas se alejan de lo “normal” y se encuadran en la diversidad de técnicas, elementos y de sentimientos para lograr un resultado más eficaz y eficiente. Definamos entonces que la escuela debe ser inclusiva en todos sus estamentos, pero inclusiva no quiere decir permisiva quiere decir innovadora, recuperadora del talento humano y tener un carácter diferenciador frente a otras escuelas, inclusiva es entonces aquella escuela que determina dentro de sus derroteros entregar unos espacios educativos integradores, propicios para la reeducación y por ende para la resiliencia; donde la lúdica, el conocimiento y las emociones encuentran una caldo de cultivo para el avance de los educandos.
Sé que no existen recetas mágicas, y que, además, cada profesional trabaja en unas condiciones particulares difíciles de generalizar, pero, al mismo tiempo, estoy convencida de que al mirar el camino recorrido por otros podemos ilustrar el modo en que es posible mejorar la práctica profesional. Esto puede ser de gran ayuda si pretendemos analizar nuestra realidad intentando progresar en nuestra capacidad de autorreflexión y de asunción de los nuevos retos, ya que, como explica Santos Guerra:

“Las circunstancias no son las mismas, el contexto no es el mismo, los niños y jóvenes no son como nosotros éramos en los años en que asistíamos a la escuela. Entregarse a la rutina es condenarse al fracaso. Por eso es necesario que la escuela sea una institución que aprende, no sólo una institución que enseña” (Santos Guerra, 2000, 79). Por tanto una escuela que cuenta con maestros coherentes, que encuentran a través de su práctica pedagógica la convergencia entre el pensar y el actuar dentro del aula, una escuela que va mas allá de los registros de calificaciones y los documentos para entrega oficial, es quizás una escuela que se aparta de la forma clásica de abordar el currículo convirtiéndolo en un currículo mas aterrizado a las necesidades institucionales, llevando a cabo así una mayor entrega en el servicio y una mayor calidad en su prestación. Esto supone sin lugar a dudas un crecimiento personal, profesional e institucional palpable que por ende debe reflejarse no en lo cuantificable de los educandos sino justamente en lo incuantificable: la mejora del ser y la felicidad misma del educando, en espacios productivos de conocimiento y no de resultados exhibibles frente a estadísticas locales y nacionales, eso vendrá por añadidura.
Desde la óptica de la coordinación replanteo y concluyo, en la importancia que tiene para ser inclusivos, la practica pedagógica general basada en el reconocimiento del valor del respeto y del amor para con los docentes y los educandos, toda vez que los docentes encuentran espacios de desarrollo profesional cálidos son capaces de entregar espacios de aprendizajes igualmente cálidos, con replanteamientos divertidos de su práctica pedagógica, donde el libro de texto deja de ser el espejismo del protagónico en la clase para empezar a ser un instrumento más de construcción de conocimiento y quizás el menos utilizado. Desde esta misma óptica tenemos entonces que la inclusión se puede tomar no solo para los educandos con discapacidades físicas notorias tales como ceguera, sordera, limitaciones motoras, sino como aquel espacio en que los educandos con necesidades especiales de adaptabilidad, afectividad, capacidad de aprendizaje entre otras encuentran el punto de apoyo que les permitirá llegar a la felicidad, es decir a la resiliencia y por ende a la educación. ¿Es, entonces, necesario planificar doble? ¿Diseñar doble? ¿Evaluar doble?   O, ¿es necesario diseñar estrategias integradoras? Si la planificación se va construyendo poco a poco, a medida que se conocen las capacidades de nuestros alumnos y se observa cómo estos responden a las tareas propuestas, se abre la posibilidad de construir, ya desde el inicio, una planificación flexible y accesible a todo el alumnado, tal y como recomiendan en estos momentos los autores que trabajan en la línea del Diseño para Todos o Diseño Universal de Aprendizaje (Wehmeyer, Lance y Bashinski, 2002; Ruiz i Bel, 2006; Verdugo y Rodríguez, 2008).
Se trata de diseñar actividades y materiales instructivos que permitan que los objetivos de aprendizaje estén al alcance de alumnos que tienen entre sí amplias diferencias en sus habilidades para ver, escuchar, hablar, moverse, leer, escribir, entender, atender, organizarse, recordar e implicarse en el aula (Orkwis y McLane, 1998, 9). Esto se consigue, en opinión de Wehmeyer, Lance y Bashinski (2002) mediante el uso de:

1)     Múltiples propuestas de representación –o de presentación– de la información al alumnado.

2)     Múltiples propuestas de expresión del alumnado, de modo que el currículo se acomode a las diferentes estrategias cognitivas, a los diferentes sistemas de control motor de los alumnos, etc.

3)     Múltiples propuestas de implicación del alumnado.


Se trata de planificar los aprendizajes pensando en nuestros alumnos, de manera que disminuya la necesidad de utilizar actividades diferentes. Tratando de dar respuestas a interrogantes comunes:

·         Uso del tiempo en el aula: ¿cómo se distribuye el tiempo en el aula?, ¿a qué dedica el tiempo el profesor?, ¿a qué dedican el tiempo los alumnos?, ¿a qué dedican el tiempo los alumnos con necesidades educativas especiales?, ¿cuánto tiempo se dedica a la corrección? …
·         Tareas básicas del aula: ¿qué actividades se trabajan más en clase?, ¿por qué?, ¿todos los alumnos trabajan un mismo tipo de actividades?....
Se trata entonces de concebir actividades curriculares, extracurriculares y proyectos más proactivos, que atiendan a la satisfacción de cuestionamientos lógicos que permiten evidenciar cuanto se ha avanzado en los procesos educativos dentro del plantel; se trata entonces de llevar de la mano el pensamiento formal de educación con el pensamiento divergente de la actividad que recrea y que transforma la actividad escolar.

Pero también se trata de concebir la convivencia en el ambiente escolar pensando en nuestros alumnos como menos reglas pensadas por los adultos y que castran la creatividad de los educandos pero con reglas puntuales que, al ser consensuadas, permiten un mejor ambiente dándole al estudiantado la capacidad de desarrollar su personalidad pero de adaptarse a las situaciones, contextos y  por consiguiente estableciendo semejanzas y diferencia de lo que se requiere de cada uno según lo que se está realizando. Por ejemplo hay que dejar de concebir que solo un aula donde los niños y las niñas están sentados, callados y escribiendo es un aula donde se está construyendo pedagógicamente hablando, puesto que podemos estar frente a un maestro castrador y no frente a un modelo de enseñanza eficaz, mientras que si consideramos que muchos elementos y actividades pueden entre mezclarse para desarrollar una actividad pedagógica eficaz entenderemos que un aula donde se está en aparente desorganización se está desarrollando construcción de saberes, para esto debe saber establecerse cuando se está frente a una actividad planificada y cuando se está frente a la falta de motivación de los educandos y la falta de autoridad de los docentes. Esto me hace concluir que una escuela que se concibe a sí misma como inclusiva debe entonces estar realmente involucrado todo el personal que allí labora, una escuela que se concibe a sí misma como inclusiva debe estar dispuesta a desafiar los paradigmas de la normalidad y la formalidad y entregar un currículo mas flexibilizado atendiente a la satisfacción de las necesidades de sus educandos.

¿Es entonces la inclusión escolar el camino más acertado para alcanzar mejores resultados de orden académico o es el camino para acercar a los niños, niñas y jóvenes hacia una adaptabilidad social y una productividad que conlleve al desarrollo de su propio entorno? Es a fin de reconocer su importancia, la inclusión el proceso mediante el cual los agentes educativos tomamos, casi literalmente a los educandos y los reencauzamos hacia el camino de la academia y la integración social, no es necesario pensar en inclusión solo cuando estamos frente a casos específicos de discapacidad sino cuando estamos frente a casos de deserción escolar severo, deprivación sicoafectiva, violencia de género y otras manifestaciones de desadaptación social; es interesante replantear los espacios escolares entonces como espacios de concertación y disertación, espacios de construcción no solo pedagógica sino social. Es entonces cuando nos decidimos a romper los paradigmas tradicionales de educación que encaja el concepto de inclusión en las escuelas puesto que de allí empezamos a visualizar que todos y todas tienen un espacio inviolable en el ámbito educativo y que la enseñanza no se plantea como una actividad del maestro sino como una actividad del colectivo educativo donde la innovación, el fortalecimiento social, la creatividad y  la flexibilización asumen papeles protagónicos, sin rayar en la permisividad y la improvisación curricular y sin convertirse la escuela en lo que yo denomino un aeropuerto escolar donde todo llega, todo aterriza sino convirtiéndose esta, la inclusión, en un factor diferenciador, integrador  y de calidad.

Es entonces la escuela un espacio donde se aprende a construir la felicidad, desde unas aulas cuyos ambientes de desarrollo académico están enmarcados por actividades enriquecedoras de aplicación a todo tipo de población, generando gusto por la educación y placer por la enseñanza.   







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