Entender e
interpretar la situación actual de la educación superior o el concepto de
universidad implica un ejercicio de reflexión que permita apoyarse en las
tendencias actuales para proyectar el desarrollo del futuro, observar los
cambios extremadamente fluctuantes del mundo y por ende las culturas.
El desarrollo
de toda universidad es normalmente una síntesis de fenómenos internos y
externos. Dicha síntesis se expresa en aspectos tales como el currículo, la
formación docente, la investigación, la extensión, el bienestar y el desarrollo
administrativo y financiero.
En lo interno
el estado actual de la institución es el resultado de la tradición de trabajo
académico y administrativo que se ha venido desarrollando y que normalmente se
caracteriza por la ausencia de políticas explícitas que casi siempre son
reemplazadas por directrices de trabajo que surgen de las labores cotidianas y
las necesidades del momento, es decir que responden a las tendencias de la
actualidad.
Por otra parte
consideramos que toda institución
educativa es indirectamente influenciada por los cambios económicos, políticos
y sociales que ha sufrido el país en las últimas décadas. En este sentido toda
institución educativa debe estar al tanto de las tendencias no solo del
mercado, sino del desarrollo e innovaciones del conocimiento, a la
transformación de la sociedad, a las incidencias de un mundo globalizado que
plantea nuevos retos y amenazas pero que a la vez presenta enormes y
significativas oportunidades.
El campo de
formación de docentes es un aspecto que se ha tenido abandonado en las
universidades latinas. Lo poco que se ha realizado en este terreno no pasa de
ser un conjunto de eventos aislados sin ningún nexo con los avances pedagógicos
recientes. En general puede afirmarse que nuestros docentes carecen de
formación pedagógica en el desarrollo de su desempeño, lo cual afecta la
calidad de los procesos de enseñanza – aprendizaje y las relaciones docente –
estudiante – conocimiento.
Otro aspecto
que ha sido aplazado en el desarrollo de las instituciones ha sido la
investigación. Dicha actividad tradicionalmente se ha reducido a los trabajos
de grado de los estudiantes, trabajos que quedan supeditados solo a eso, a ser
trabajos de grado cuyo impacto social es poco o nulo, ya que se desarrollan
como requisito más no como solución a situaciones o problemáticas; cuestión tal
que si se llevara a cabo constituiría un gran semillero de acciones sociales,
ideas de negocio y similares bastante significativo y traería consigo un mejor
desarrollo del entorno en el cual impacta.
Las
instituciones de educación superior apenas empiezan a incursionar en proyectos
institucionales e interinstitucionales que requieren de la vinculación de
docentes a la actividad investigativa y de la asignación de recursos
tecnológicos y financieros a la investigación. En esa perspectiva muchas
universidades han decidido crear nuevas estructuras de investigación con el fin
de fortalecer dicha actividad y responder a las demandas que hace la sociedad
en ese sentido.
La proyección
social es otro aspecto clave en el desarrollo de una institución de educación
superior, esta función no ha sido ni muy amplia ni muy explícita en nuestra sociedad y en muchos casos se
asocia con las prácticas de los estudiantes en las cuales prima más el interés
académico descontextualizado de las demandas sociales de la comunidad, son
casos aislados en los cuales pudiéramos evidenciar el impacto social de los
programas universitarios en las comunidades. En cuanto tiene que ver con el
bienestar universitario éste tradicionalmente se ha centrado en acciones
relacionadas con estudiantes. En este sentido se requieren nuevas concepciones
que se traduzcan en actividades con mayor trascendencia e impacto sobre la
comunidad universitaria, que apoyan la conformación y el fortalecimiento de una
comunidad académica a partir de la prestación de servicios para todos los
estamentos de la institución que respondan a las expectativas de proyectos de
vida con soluciones concretas.
Los cambios
sociales, políticos, económicos y culturales que han experimentado los países
de América Latina constituyen verdaderos retos para la educación superior y
plantean cambios sustanciales acerca de sus funciones tradicionales de cara al
desarrollo de la región.
En todos los
países de América Latina, dado que los gobiernos han acumulado un creciente
déficit fiscal, la inversión pública ha venido disminuyendo en educación, de
hecho se estima que la proporción de la inversión por estudiante cada año es
muy baja más aún si se estableciera un comparativo con otras culturas, países o
sociedades.
Frente a estos
hechos la universidad latinoamericana, con sus matices y diferencias culturales
trata de responder a las demandas que provienen del gobierno, de la industria y
de la empresa con un proceso descontrolado de masificación de población y de
diversificación de servicios. Adicionalmente la universidad trata de reubicarse
en el mundo de la globalización buscando asumir un papel cada vez más significativo para el desarrollo de la
región, haciéndose más competitiva.
En Colombia el
Estado ha fomentado la creación de instituciones privadas y ha presionado a la
universidad pública para que busque nuevas fuentes de ingresos y aumente la
cobertura con lo cual se ha desencadenado una avalancha de programas de bajo
costo y dudosa calidad.
El problema de
la calidad gira en torno a una serie de factores, tales como el descrédito de
las prácticas pedagógicas, la poca investigación, la proliferación de
instituciones llamadas de absorción de demanda que se conocen como
universidades de garaje, que se consideran fábricas de títulos a bajo costo,
con fines de lucro, de propiedad cerrada y carreras de alta demanda.
Así mismo,
otros fenómenos tienden a empeorar la situación, tales como el reducido número
de posgrados y los altos costos de estos, y el descontento de las empresas con
la formación de profesionales que acuden al mercado laboral. Otro problema de
gran importancia en América Latina tiene que ver con la relación de la
universidad con la sociedad y con el sistema productivo. El desarrollo
industrial de América Latina se ha apoyado principalmente en la adquisición y
transferencia de tecnología extranjera. Adicionalmente los países de América
Latina no han adoptado políticas claras en materia de desarrollo científico y
tecnológico en las cuales las universidades puedan asumir un papel protagónico.
A nivel de
educación superior surgen nuevas demandas por parte del Estado y del sector
productivo en los campos de la ingeniería, la economía, la administración y la
contaduría, estableciéndose diferencias con los años 50 donde la mayor parte de
los estudiantes aspiraban a escuelas o facultades de medicina, derecho, es
decir, profesiones eminentemente tradicionales.
El proceso de
modernización en Colombia ha estado marcado por su carácter aleatorio y
desigual permeado por un alto índice de violencia y en un marco de diversidad
cultural y enfrentando una topografía agreste y traicionera y un clima
inestable y adverso.
En parte
debido a las anteriores circunstancias se puede concluir que la educación
superior en Colombia se ha configurado vertiginosamente como un mosaico en
cuanto a su ubicación, tamaño, organización, composición social, modalidades,
jornadas, carreras y programas.
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